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La identidad gay en Perlongher

El tema de mi tesis de maestría tiene que ver con los procesos de racialización que intervienen en la organización del deseo de hombres gais (en Tijuana). A pesar de que ya antes había leído a Néstor Perlongher, cuando decidí trabajar sobre deseo me lo tomé más en serio y decidí leer El negocio del deseo[*]. En este trabajo antropológico, Perlongher habla apenas en pocos apartados sobre la “raza”, aunque admite su presencia como uno de los “tensores –de atribución de valor y de distribución en el código categorial” que involucra el deseo homoerótico entre michês (prostitutos “machos”) y clientes, en el “gueto paulista” de mediados de la década de 1980. Sin embargo, éste no dejaba de ser, para Perlongher, un tensor secundario, “más ‘oculto’” que, y aparentemente subordinado al, género, la clase y la edad (p.222). Pero si Perlongher le restaba importancia a lo “racial” era porque lo equiparaba a estereotipos biologicistas donde el indicador primero es siempre el tono de piel. Aun así, su planteamiento, tanto en este texto como en otros ensayos, hablaba de una “identidad gay” atravesada por complejos procesos de clasificación y jerarquización social, donde lo “racial”, en un sentido más amplio, opera como condicionante fundamental.

El término “gay”, dice el autor, es un “sinónimo moderno de homosexual que alcanza a aquellos que no son ostensiblemente feminoides” (p.41). La conformación de una identidad gay aparece como el resultado de la importación de un modelo extranjero “igualitario”, con mayor presencia en la “clase media liberal”. En este contexto, esta identidad se restringiría a una elite que tiende a yuxtaponer a “los rasgos de su peculiar ‘subcultura’ otros propios del sector socioeconómico al cual se acoplan” (p.52). La homogeneización tiende a eliminar el interclasismo y la intergeneracionalidad que privaba en la “sociedad entendida” (pp.70-71). Entonces, señala Perlongher, la identidad instaura un proceso de homogeneización de la homosexualidad moderna “que reglamenta, modela y disciplina los gestos, los cuerpos, los discursos […] en beneficia del ‘gay-macho’” propio de las urbes estadounidenses (pp.55-56).

La normalización, como indica Renaud René Boivin para el caso mexicano, tiende a la normativización. La nueva militancia, según Perlongher, va a separarse del afeminamiento al que se le había relegado: los “gays ‘concientizados” asumen como objeto de diferenciación al travesti (p.57) como una forma paradójica de “liberarse” de la “imagen degradada y folklórica del homosexual afeminado, festejado solo en Carnaval” (p.81). Surge así un régimen homoerótico que el autor llama “moderno” y que se contrapone al “tradicional”. Éste último se refiere al “modelo loca/chongo” donde la designada “homosexualidad” se reservaba únicamente para quien adoptaba el rol pasivo (la “loca”), mientras que el activo (el “chongo”) no veía afectada su identidad de género (era el “hombre”). El homoerotismo “moderno”, en cambio impone un “patrón gay/gay, en el cual la práctica homoerótica es una consecuencia del deseo, y el deseo, a su vez, sería determinante de la identidad. Así, independientemente del rol sexual asumido, de acuerdo con este patrón, el deseo homoerótico implica de suyo la adscripción de sus practicantes a una identidad “homosexual” o “gay”. En tanto el modelo “moderno” rompe con las jerarquías que preserva el “tradicional” (suponiendo que el “chongo” ejerce un dominio sobre la “loca” y goza de una valoración social marcada por ese dominio), puede considerarse como “igualitario” e, incluso, liberador. Sin embargo, dice Perlongher, la separación entre un modelo y otro está atravesada por una distinción de clase asociada a clasificaciones sociales y raciales: “los gays [modernos]”, como ya señalábamos, “se identifican manifiestamente con ‘cierta clase media intelectualizada’; las locas y los chongos, desde ese punto de vista, quedan del lado del ‘populacho’” (p.77).

La identidad gay, concluye Perlongher, funciona como un “operativo de ‘modernización’ que, después de un cierto estadio de festividad difusa –rápidamente recuperado por el consumismo de las modas y la industria del placer–, parece proceder a una redistribución de los enlaces homoeróticos, reagrupando a sus cultores en los nuevos casilleros de la identidad y, lo que es más grave, condenando a los practicantes de las viejas modalidades, las ‘homosexualidades populares’, a una creciente marginalización que puede conducir a un recrudecimiento de la intolerancia popular hacia la nueva homosexualidad ‘blanqueada’, beneficiaria de la tolerancia burguesa” (pp.176-177). La identidad en sí misma (y su “vocación imperialista”) produce esas “homosexualidades populares” como una alteridad de la que busca diferenciarse, relegándolas al modelo “anterior” a partir de una jerarquía social, racial y racializante. La posibilidad de adscripción a la identidad moderna presupone, pues, la incorporación a un modelo que es, en última instancia, blanco; una blanquitud que no se reduce a la constitución “natural” de un cuerpo y al tono de su piel, pero que está fijada material y estructuralmente. El deseo, finalmente, interviene allí destacando las diferencias. Si el gay “moderno” desea al “chongo” o, en México, al “chacal”, al “mayate”, como especímenes de una naturaleza anterior, de un viejo régimen superado, al mismo tiempo lo excluye simbólicamente como una otredad que queda fuera del campo desde donde éste enuncia su propia identidad.


[*] La edición que cito aquí es la de 1999 de Paidós, El negocio del deseo. La prostitución masculina de San Pablo, traducción del original en portugués O negócio do michê: prostituição viril em São Paulo. Néstor Perlongher, sociólogo, escritor y poeta argentino, fue miembro fundador del Frente de Liberación Homosexual en Argentina, creado en 1971. En 1982 Perlongher emigró a San Pablo, Brasil, donde realiza la investigación de la que resulta este libro, como tesis de maestría en antropología social.

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